Enterrados debajo de la corteza de la tierra descienden los crueles infiernos de la tormenta. El lugar más importante de los reinos de la tortura y los actos inhumanos más viles; hogar de aquellos que residen en la maldad y la oscuridad. Sin embargo, más allá de ese negro subterráneo, en el más oscuro recreo, se puede encontrar el noveno y horrible infierno. Allí mora una deidad verdaderamente mala, presumiendo con macabro brillo sobre cada cuerpo que ha reclamado y deleitándose con el momento en que estas almas menores se convirtieron en suyas. Él es Ah Puch, el señor todopoderoso del noveno infierno.
Cuando cae la noche, Ah Puch vaga por la tierra, coronado con una guirnalda de ojos humanos, una repelente calavera desnuda a la vista de todos, acompañada del chillido de búhos fantasmales. Él tomará cuanto ser vivo se le cruce. Si Ah Puch se encuentra a un humano en la noche, lo mata arrastrando a la infortunada criatura al exilio. Sólo aquellos ya derrotados por sus siervos, aquellos en cautiverio, aquellos atrapados con la panza retorcida lamentándose, gimiendo de agonía y principios de manía están a salvo de su mano.
Escondidos ahora, los hombres y dioses, están durante la hora de la eterna noche. Ah Puch recogerá todo lo que se mueva. Hay varias vacantes en el noveno infierno, y el dios del horror y la decadencia las quiere ocupar.