Trasfondo[]
La serpiente emplumada Kukulkan se alza tras los fuertes vientos de las tierras mayas. Impresionante y terrible de mirar, majestuoso y a la vez siniestro, Kukulkan encarna el peligro y la belleza de una espada de doble filo.
El tiempo ha erosionado el conocimiento sobre este dios, como la brisa hace con la piedra. Quizás Kukulkan lo prefiera así. Se le conoce por muchos nombres, ha llevado la cara del hombre y la bestia y ha sido adorado con el tipo de veneración nacida del miedo.
Desperdigadas a través de los vastos bosques de las tierras mayas destacan grandes pirámides que llevan su semejanza serpentina. Arquitectónicamente perfectas para captar la luz y dar vida a estas estatuas de piedra. En estos sitios se hacían sacrificios pintados con sangre para calmar a Kukulkan. Él es el señor de la muerte y el renacimiento.
Para el mundo trajo los cuatro elementos, pero mantiene el control del viento. Se dice que la fuente de todo el aire es una gema que lleva alrededor de su sinuoso cuello.
Para el pueblo trajo el calendario. Ese disco de piedra portentoso y glorioso que cuenta el tiempo hacía un futuro lejano, solo para defenderse abruptamente y con una rotundidad espeluznante.
Para el campo de batalla trae un legado de poder y dominación. Los sacrificios hechos a su favor se midieron en sangre, pero la sangre mortal es débil. Parece que se requiere de sangre de un Dios para calmar definitivamente a Kukulkan.